Quien no arriesga un huevo no tiene una gallina

A menudo nos quedamos quietos, paralizados por el temor a lo que podría pasar. Como decía Séneca: “Sufrimos más en nuestra imaginación que en la realidad.” Hoy les comparto una experiencia que me reafirmó esta idea.

Me desperté en un hotel cómodo, con una playa cercana, de esas “normales.” Pero me hice una pregunta simple:

¿Por qué no buscar algo diferente? Tenía un carro alquilado y dos opciones: quedarme en lo seguro o lanzarme a la aventura. Convencí a mis dos compañeras de viaje: mi esposa, más cautelosa, y mi hija, siempre lista para decir “sí.”

Decidimos explorar. Tomamos rutas locales, calles menos atractivas, soportamos trancones y hasta algo de carretera destapada. Pero con música en el carro y la ayuda de Google Maps, llegamos a una isla maravillosa: una playa cristalina, sin vendedores acosadores y con un ambiente auténtico. Allí comí un espectacular lebranche con arroz de coco y patacón.

Esa experiencia me dejó una gran lección: “si no hubiera arriesgado, no tendría ahora ese recuerdo, esa satisfacción, esa meta cumplida”.

La vida se construye con decisiones, buenas o malas. Cada paso que damos nos lleva a aprender, mejorar y crecer. Hoy creo que voy por mis 10,000 decisiones, porque cada día me siento más hábil para tomarlas.

Moraleja: no hay verdades absolutas ni garantías. Solo está la acción, el riesgo calculado y el deseo de experimentar. Atrévete, porque lo mejor siempre está más allá de la zona de confort.

¿Te atreves a seguir explorando juntos? ¡La próxima historia será aún más emocionante!